OBRASEl dragón de oroEn la cocina de un restaurant de comida rápida china – vietnamita – tailandesa, cinco asiáticos trabajan para poder sobrevivir en el exilio. Desde esta cocina conocemos la vida de otros personajes, evocados a su vez por los primeros. De un modo u otro todos los destinos están vinculados. Son historias entrelazadas que desembocan en un lugar común y en una misma y difícil "realidad".
Autor: Roland Schimmelpfennig Fotos
Premios y menciones
![]() La Crítica
Yoimel González Hernández. Excelente visualidad, baile, canto y música en vivo, ritmo trepidante y vestuarios con factura impecable, manierismo en el decir y en el movimiento. Made in Teatro de la Luna.más>> Norge Espinosa. El dragón de oro, con su ir y venir y constante en círculos, acaba siendo un montaje donde el director no pierde el hilo que controla el sinuoso andar de sus escenas, y nos propone varios momentos que, al tiempo en que son fieles a su sello, aportan otras notas, otras atmósferas, al rostro actual de Teatro de la Luna...más>> Amelia Duarte de la Rosa. Disfrutar de la adaptación de El dragón... es cautivante. Pleno de imaginación, el austero espacio físico, que se traslada de la cocina a otros escenarios, se complementa perfectamente con la potencialidad de la palabra. El juego de luces, a veces inesperado pero siempre preciso, crea movimientos de sombras que agigantan la sencilla belleza de la puesta en escena.más>> Isabel Cristina. El montaje privilegia el valor de la palabra pues cada sílaba encierra un misterio, un designio. Los actores se muestran al público todo el tiempo como los cinco cocineros y un detalle de vestuario hace aparecer a la Cigarra, al abuelo, al hombre de la camisa de rayas...más>> Marilyn Garbey. De los que se van y de los que se quedan versa esta obra, de parejas que se desencuentran, de obreros solidarios. Habla también de la condición humana y de los conflictos que agitan al común de los mortales. Y Teatro de la Luna recibe fuertes aplausos por este montaje.más>> Mery Delgado Molina. Roland Schimmelpfennig analiza los sucesos en "El dragón de oro" y su entorno desde las más diversas perspectivas. A través de un recurso artístico, todos los prototipos de conducta adquieren nuevos matices en la pieza. El resultado es poético, brutal, enigmático y conmovedor.más>> Yamina Gibert. El mundo metafórico y real de El dragón de oro que teje Teatro de la Luna me enlaza constante y emocional, su teatralidad de alta osadía me seduce, me enrola en su extraña narrativa.más>> Lillian Manzor El creativo diseño de vestuario de Raúl Martín junto a una cuidada coreografía y música en vivo - la pianista Yamilé Cruz y la percusionista Diana Rosa Suárez estaban semioscuras pero omnipresentes detrás de un telón transparente - ayudaron a que la puesta se alejara de las estéticas del realismo sucio y del realismo psicológico más>> ![]() Equipo de creación
![]() Notas al programa
El dragón de oro Número 6: Sopa Thai con carne de pollo, leche de coco, jengibre Thai, tomates, champiñones, caña de limón y hojas de limón, (picante). Según Walter Benjamin, Charles Baudelaire confiaba en lectores a los que la poesía pone en dificultades, y de manera análoga, Roland Schimmelpfennig confía en espectadores a los que una escritura como la suya coloca en aprietos. Número 13: brochetas Sate: carne de pollo en salsa de maní. Aprietos que nos catapultan a una especie de vigor físico, también de lucidez agudizada, como ocurre con las obras de arte que valen la pena, que nos hacen más atentos con aquello que nos rodea, y nos provocan una extraña sensación de revelación. Número 17: Bao-Zi (3 porciones), bolsas de harina al vapor rellenas de carne de cerdo y verduras, ¡hecho en casa! La revelación, incentivada por Raúl Martín y las huellas dactilares de su estilo, nos regresa a la mainstream de la obra, donde estamentos sociales diferentes y circunstancias contrastantes sufren continuas confrontaciones que la partitura escénica sabe subrayar. Número 25: Bami Pat, pasta de huevos frita con filete de pechuga de pollo, leche de coco, jengibre Thai, tomate, champiñones, caña de limón y hojas de limón, (picante). Subrayemos que si por fin la vida es un penal en el que cumplimos condena y del que sólo salimos con la muerte, Arthur Schopenhauer dixit, El dragón de oro ilustra la idea con unas pocas pero intensas penitencias vitales, que en un caso, solo en uno, arriba a la excarcelación que es la muerte. Número 30: Bami Goreng, pasta asada con carne de pollo, camarón, curry y verduras (ligeramente picante). La muerte es consecuencia de la deriva, tan natural como inesperada, de una existencia cambiante, porque en este caso no se trata de ventilar un mito, de esa sustancia con realidad estable, sino de algo tan común y desesperante como la existencia, y alguien puede morir o continuar lo que por comodidad se le mal llama vida. Número 31: Gai Grob Prio Wan, pechuga de pollo bien asada con colmenillas, piña, melocotón y salsa agridulce, veinticuatro. La vida pobre y sus pobrezas, que según Francisco de Quevedo es /hambrienta, rota, inquieta, disgustada,/ pálida, débil, triste y congojosa,/ cortés, humilde, inútil, ingeniosa,/ baja, ruin, civil, ocasionada./ Número 41: Thai-Chicken, filete de pechuga de pollo bien asado con jengibre, habichuelas, brotes de soya, bambú, hojas de limón y salsa de coco curry roja, (muy picante). ¿Quién ocasiona esto que vemos?, ¿a quién culpar?, pues tal vez a Dios, o a la Sociedad, o al mal comportamiento de cada individuo ante la elaboración de sus platos, de sus hechos, ante el acto mismo de tener que comer sin deseos ni anhelos ni esperanzas ni ganas siquiera de un bocado de aire. Número 51: Phad Med Mamoang Nuah: carne de res frita con pimientos, cebollas, zanahorias y anacardos en salsa de leche de coco y maní. Aire es cualquier proceso civilizatorio, o de mera integración, cosas que aquí no ocurren, ni resultan posibles, no porque se niegue ese alimento, esa necesidad primera, sino porque estas historias sin Historia llegan como terminan, condenadas. Número 64: tipo Bangkok: carne de pato con champiñones frescos, pimientos, bambú, cebolla, caña de limón y salsa curry roja de coco (picante). La condena sí, pero con buen gusto, y abundan manjares diversos para cada uno de los cinco sentidos, y a paladear anchoas pequeñas asadas a la parrilla, un poco de carne de pulpo, un salmonete grueso, par de bonitos acompañados de una paloma torcaz y un pez escorpión que fue glotón. Número 71: Ra Para, servido sobre una plancha caliente: calamar con ajo, ají, verduras y albahaca Thai. Glotones Raúl y su compadre Schimmelpfennig, ambos comieron de una sentada quinientos higos, un cesto de melocotones, diez nísperos, cien guanábanas, cuatrocientas ostras, uvas incontables, y no quedaron saciados, entraron remangándose las camisas al restaurante El Dragón De Oro una noche. Número 76: Gaeng Kiau Wan Pag: curry verde con distintas verduras y leche de coco con albahaca Thai. Y esa noche ocurrió el banquete de mil días con mil bueyes rollizos, mil ovejas, mil corderos, mil ciervos, mil ratas del desierto y mil huevos de distintas especies, para que al final compartieran una idea precocinada y el sabor de un diente de Nerval chino. Número 82: Pat Thai Gai, tallarines de arroz fritos. Los chinos son muchos, pero más es la unción de un solo arzobispo, que merece 300 toneles de cerveza y 300 de vino, más terneras, cisnes, gansos, capones, chorlitos, codornices, andarríos, pavos reales, pero más aún merece la integración de un emigrante, incalculable merecimiento, o su regreso muerto, tal vez demasiado muerto, cosa posible, aunque impensable. Número 83: Pat Thai Gai: tallarines de arroz fritos con huevo, vegetales, carne de pollo y salsa de maní picante, todo con sabor picante a medias. Impensable receta de Le Grand Dictionnaire De Cuisine de Alexandre Dumas que dice, «tómense una o más patas de elefante joven recién sacrificado», y es que aquí ocurre el sacrificio de todas y cada una de las vidas que se muestran, incluso el sacrificio poco menos que ritual de un joven y la consecuente inhumación de su diente saltarín. Número 101: Sukiyaki, carne de res asada con colmenillas y bambú y fideos chinos. Saltarín el público de lo que llamamos teatro, que jamás es homogéneo, que no se pondrá de acuerdo en una obra como esta, y se verá tensionado entre su interés por lo que se cuenta y su asombro por la manera en que es contado. Número 103 (Como siempre, o como casi siempre): Carne de res horneada dos veces, con bambú, cebollas, pimientos, verduras y ajo, picante. Contar no es suficiente, comentar aquello que es contable lo es aún menos, así que silencio y a degustar. Reinaldo Montero. ![]() Requerimientos técnicos
Espacio escénico:
Luces: Las existentes en una sala de teatro común. ![]() Link
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