“La mayoría de los suicidios ocurre en domingo”

Por Roger Fariñas Montano

Cada vez se hace más difícil hallarme ante un montaje teatral que se reduzca a lo básico, lo esencial; un acto deseoso por descolonizarse y escapar de la frivolidad, el artificio fútil, la comedieta nacional, la imagen burda de lo que somos y que algunas experiencias insisten en mostrar tozudamente al mundo. Este es un impulso de agradecimiento a un suceso que durante el 18 Festival de Teatro de La Habana 2019, en la sala Adolfo Llauradó, Casona Teatral Vicente Revuelta, ha sabido escapar de tales exuberancias: Ocurre en domingo, dirigido por Raúl Martín con su Teatro de La Luna, y la entrañable mirada escénica que ha realizado a partir del texto La mayoría de los suicidios ocurren en domingo, de la dramaturga polaca Anna Burzynska.

Una pareja, Clara y Nicolás, detesta el domingo porque les resulta extenso, aburrido, un día martirizador que no debería existir. Quizá sea lo único en que ambos, provenientes de pueblos pequeños y asentados en la clase rica de alguna gran ciudad, logran ponerse de acuerdo; ello permite entreverles como una relación desprovista de comunicación. Llevan seis meses conviviendo juntos en un lujoso apartamento, momentáneamente pueden pagarlo y gozar, además, de los servicios de una asistenta virtual, Alexa, «lo último en el mercado tecnológico». Pero entre cenas de trabajo con empresarios, asuntos urgentes, tanto viajar por negocios, etc., solo pueden encontrarse el domingo. Lo objetivamente contradictorio para Clara y Nicolás sale a la luz cuando sumidos en la pereza de este domingo en específico afloran secretos ocultos de sus pasados y su presente: ella le confiesa que hace tres meses ha perdido el trabajo, fingiendo ir cada día a laborar, cuando, en realidad, ha estado vagando por bares de la ciudad, encubriendo la verdad solo para no perderlo a él; él también termina confesándole que perdió su empleo hace unas semanas y están en la ruina.

Raúl Martín ya había atrapado mi atención con los espectáculos anteriores: El dragón de oro, Los siervos y Delirio habanero, y coincidiremos en que es un director penetrante, peculiar. Se puede hablar hoy de una poética de este director con su Teatro de La Luna, donde la limpieza de sus partituras coreográficas, la locución fluida y al mismo tiempo trasfigurada en la composición de imágenes estilizadas, y la inclusión de la música en vivo en función de la subestructura dramática le propician a la representación cierto extrañamiento tanto en su visualidad como en el gesto sensorial que resultan muy atractivos. Ocurre en domingo me atrajo especialmente porque es fiel a esa poética, donde el director ha conseguido poner el texto en función de sus intereses conceptuales, aplicándole al argumento polaco una sutileza realista que opera de manera trasunta dentro de la cartografía metateatral de un montaje que a todas luces escapa del realismo y de lo convencional.

Estamos ante una dramaturgia espectacular que se (re)compone desde lo onírico, toma como soportes temáticos diversas situaciones cotidianas, desde una estilización que es «extrañada», la hiperboliza, creando una dualidad de percepciones muy heterogénea. La hibridez de la narración, la superposición de espacios y tiempos, las múltiples capas genéricas del lenguaje, transmutan en la dramaturgia los disparadores referenciales e intertextuales necesarios para la representación de una historia actual que ratifica que la vida tiene ciclos que se repiten firmemente en cualquier lugar del mundo. Ello le brinda, además del agradecido humor de situación que hace gozar al espectador, una praxis filosófica muy sólida que evita el chiste banal.

Sin llegar a adjudicársele genéricamente como danza-teatro o teatro musical, a Ocurre en domingo no le faltan coreografías ni música interpretada en vivo, recursos apropiados a la maquinaria dramática que consiguen –estableciendo una comunicación más sensorial que directa– tensionar los sentidos del espectador. En general, los momentos danzados proporcionan placer en los movimientos y consiguen desnudar en profundidad la humanidad de estos personajes; no obstante, en determinados momentos, si bien son los menos, esa expresión corpórea pierde vitalidad y da la impresión de un gustillo a rutinas arcaicas. Por otra parte, la encantadora voz de Alexa (Laura de la Caridad González) estremeció el auditorio al acompañarse ella misma al piano, en la interpretación de la música original y de las versiones para el montaje.

Hace un momento hablaba sobre la estilización, y vuelvo al término porque se ajusta a la visualidad escenográfica de la puesta en escena, concebida por el propio director. Con ciertos tintes alegóricos, la visualidad se compone de una enorme tela de araña que atraviesa el escenario a todo lo ancho y alto. Por momentos hará función de una cama estilizada, donde muy a menudo veremos a los personajes acostarse-incrustarse en ella, como moscas atrapadas en la desidia, el aburrimiento, el sexo, la ostentación, temerosas de un victimario sigiloso y al acecho: la lamentable realidad que los ciñe. Se puede apreciar a través de la tela de araña, al centro-fondo, una especie de tarima alta desde donde Alexa le pone banda sonora a la vida de los protagonistas. A nuestra derecha podemos visualizar un «lavamanos», una taza de baño y un espejo; a la izquierda, una bañera y una ducha. Dos columpios en proscenio, uno en cada lateral, completan la visualidad y, a juzgar por la utilidad escénica que le otorgan, pienso en una canción infantil que es aplicable, como recurso intertextual, al concepto de puesta: dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña…

Este relato trágico contemporáneo coquetea, no exento de cierta dosis de parodia, con grandes obras universales, donde dos amantes deciden suicidarse juntos y eternizar su idilio. Pero frente al montaje de Ocurre en domingo, generador de empatía, de debate y que conecta con el público, no podemos quedarnos con la idea de que estamos ante una de esas historias de amor idiota en la que los amantes, al estilo de Hollywood, terminan quitándose la vida por tal móvil pasional. Es innegable que existe un fondo político dinamitando la trama, con la cual la lectura escénica de Martín es muy consecuente, y me hace pensar en una frase brechtiana: «El deber del artista no es el de mostrar cómo son las cosas verdaderas, sino el de mostrar cómo son verdaderamente las cosas». El suicidio aquí es un gesto de rebeldía de estos jóvenes ante la depresión y la imposibilidad de escapar del demoledor sistema capitalista y el caótico (des)orden social al que se sienten confinados. Es lo que me hizo ver encima del escenario a actores «bestias», pura memoria viva en un montaje fuerte, inteligente, sublime, perturbador desde lo político y lo ético. Burzynska/Martín perciben en estos jóvenes un símbolo de la sociedad actual, una perspectiva visible de nuestro tiempo.

Una escena que disfruté mucho se localiza hacia los vistazos finales de la representación en el momento en que Clara y Nicolás, en una especie de danza contemporánea con dinámica aletargada, se suicidan. Mientras ocurre este suceso, Alexa interpreta en vivo, con tono agonizante, de reminiscencia solemne, una versión escalofriante del clásico I will survive, en un ambiente de iluminación tenue, desmitificando la versión de Celia Cruz –ampulosa y optimista–, y donde solamente advertimos las figuras de los amantes, exiguas y danzantes, tomadas de las manos y cayendo en el abismo, en aquella enorme tela de araña.

La actriz Yaikenis Rojas deslumbra en la interpretación de Clara, es consecuente a la hora de descifrar sus entresijos sicológicos y exponerlos a plenitud. Aún deberá cuidar las imprecisiones al enunciar determinados textos, específicamente cuando, por momentos, el ritmo de las situaciones más jocosas la traicionan y conllevan al ahogo en el final de frases que resultan ininteligibles. La actriz le concede un singular resplandor de simpatía y sátira a la obra, que los espectadores sabemos agradecerle. A Rojas habrá que prestarle mucha más atención de ahora en adelante, tiene un exquisito dominio del gesto y una expresividad espontánea que hacen que su trabajo sea disfrutable. En tanto, Luis Manuel Álvarez "Bangán" es un actor que, lo confieso, ha superado expectativas. Lo he visto en el cine y su trabajo me ha parecido bastante discreto, pero aquí ha lucido sobresaliente. Es un actor somático, que sabe cómo moverse con frescura por el espacio, a tono con la articulación genérica de la puesta, capaz de fundir toda esa fisicalidad con los momentos afectivos que el relato le demanda. Bangán encarna a Nicolás de manera impecable, lleno de matices, especialmente en lo que se aprecia en la euritmia sicológica, motivo por el cual logra implicar y sensibilizar al público, junto a su compañera, con sus miedos y preocupaciones más íntimas.

Ocurre en domingo atenúa la trepidante necesidad y la avidez por encontrarnos con propuestas dignas en la cartelera capitalina de estos últimos tiempos; también es la carta de presentación en Cuba de la autora Anna Burzynska; y, por último, es el regreso de Raúl Martín y Teatro de La Luna a los escenarios cubanos que tanto lo demandan. Ocurre en domingo es la apoteosis, el dilema visceral de estos seres-personajes que emerge de las esencias humanas en medio de un pacto macabro con los supuestos valores de un entorno capitalista competitivo. En definitiva, un llamado de alerta, como aquel en la agónica voz de Alexa en I will survive, de que la mayoría de los suicidios ocurren en domingo.

Notas
Bertolt Brecht: «Nosotros, hijos de una época científica, tenemos que asumir una posición crítica frente al mundo. Frente a un río, nuestra actitud crítica consiste en su aprovechamiento; frente a un árbol fructífero, en injertarlo; frente al movimiento, nuestra actitud crítica consiste en construir vehículos y aviones; frente a la sociedad, en hacer la revolución. Nuestras representaciones de la vida social deben estar destinadas a los técnicos fluviales, a los cuidadores de árboles, a los constructores de vehículos y a los revolucionarios. Nosotros los invitamos a que vengan a nuestros teatros, y les pedimos que no se olviden de sus ocupaciones (alegres ocupaciones), para que nos sea posible entregar el mundo y nuestra visión del mundo a sus mentes y a sus corazones».