A veces grito… Otras veces me sale una sonrisa…

Por Cristiane Grando

Conocí al director de teatro cubano Raúl Martín en el Festival Nacional de Teatro en Santo Domingo, el 2010. Poco tiempo después, él regresa a la República Dominicana para presentar la pieza “La primera vez”, de elenco y música magníficos, con su Teatro de la Luna, de Cuba (los actores Yordanka Ariosa y Liván Albelo, los músicos Diana Rosa Suárez y Waldo Díaz, el asistente de dirección Rey Trujillo y la productora Gloriosa Massana). La experiencia fue sublime, al revivir los deseos y angustias que involucran la decisión de una mujer occidental, en su adolescencia, de entregarse sexualmente a un hombre. También, de cierta manera, me atrapó por hacerme sentir como si estuviera por primera vez mirando una puesta de teatro. Este es uno de los logros de Raúl Martín con su trabajo: ¡Hacer que el arte nos saque de nuestra realidad para entrarnos en un mundo onírico!

“La primera vez” fue presentada en Casa de Teatro, que tiene mi edad, hoy 37 años. Esta casa/centro cultural fue gestada por un hombre-barco (como lo calificaron cierta vez en Cuba): Freddy Ginebra. Él navegaba, en 2007, entre libros y su Café Bohemio instalado en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte. Un periodista extranjero, apuntando a este señor, me dijo: “Tienes que dedicar un libro de poesía tuyo a Freddy Ginebra, uno de los gestores culturales más importantes de este país”. Hice una dedicatoria sencillita, porque prácticamente no lo conocía. Las dedicatorias que siguieron vinieron siempre con el calificativo “queridísimo” y muchas palabras de admiración. Tres años después, con Raúl Martín, llego a conocer de cerca quién es este hombre-barco que fascina a todos y hace que nos entreguemos a la espontaneidad de su sonrisa.

Casa de Teatro, en marzo de 2011, con cuatro noches de casa llena, presentó “A veces grito”, monólogo escrito por Freddy Ginebra hace 45 años, cuya primera puesta en escena estuvo a cargo del actor dominicano Ángel Haché. Esta vez, la dirección fue de Raúl Martín, quién alcanza un resultado extraordinario, montando en 22 ensayos el personaje de Juan, dirigiendo al actor “Alejandro Vásquez, joven colombiano de 23 años, con excelente dicción, dominio del cuerpo y gran experiencia actoral. Integrante del legendario grupo Matacandelas, de Medellín, este joven ya ha actuado en nueve de las producciones de su Compañía y en varios festivales internacionales. […] Con su dominio del cuerpo, Alejandro logró convertir una mesita de sala en bote, mecedora, vientre materno, cama, sofá, galeón de piratas, podium, escritorio, un gran acierto de la impecable dirección del más talentoso de los jóvenes directores de teatro de Cuba: Raúl Martín, y de su asistente de dirección Rey Trujillo.” Así define la poeta Chiqui Vicioso el trabajo de estos tres “mosqueteros” que se juntaron para poner en escena el texto de Ginebra. La unión de República Dominicana, Cuba y Colombia permitió la creación de los “cuatro mosqueteros” en Casa de Teatro, como anunciaba un afiche en los camerinos de “A veces grito”.

“Un joven vuelca sus sentimientos y recuerdos frente al público, de una forma tan desgarradora y convincente, que nos hace sentir culpables de llegar a catalogarlo de ‘loco’.” – según Francis Mesa (El Día. Año X, no 1435. Santo Domingo, 15 de marzo de 2011, p.21). Dudamos de su locura. ¿Es una creación de sus padres – camino encontrado para tratar un tema tan delicado como la complicidad en la muerte de su hermana ahogada a temprana edad? Juan nos convence más de su sanidad y rebeldía que de la anormalidad “inventada” por sus padres, según él, y reforzada por el trabajo de la clínica psicoanalítica. El propio protagonista cuestiona: ¿Quién es anormal, yo o mis padres? Mejor decir: ¿La locura es nombrada como tal en la sociedad a partir de qué parámetros? Al final del monólogo salimos de la sala de espectáculos con estos cuestionamientos acerca de la frontera entre normalidad y locura, marcados en la obra de Freddy Ginebra presentada por Raúl Martín. Son características de los grandes textos literarios: sugerir y ser plurisignificativo.

“A veces grito” puede ser visto como un drama entrelazado con escenas cómicas y líricas. Una búsqueda existencial que hace a algunos espectadores llorar y otros confesar que casi lloran. El lirismo es notable cuando Juan: dialoga con el público que, sin darse cuenta, asume cada vez más el rol del psicoanalista; mueve de forma justa sus zapatos en el escenario; juega con el banco de madera de manera magistral; habla de su abuelo, con los ojos brillando por la felicidad reencontrada, recordando la faceta feliz de su niñez. Este es el clímax de la pieza: Juan usa una larga camisa decorada con lucecitas y caracoles mientras canta, en varios ritmos, la canción “Caracoles de colores”, del cantautor colombiano Diomedes Díaz. En este momento, el actor Alejandro Vásquez entra en el corazón del espectador definitivamente.

Hay características que marcan lo mejor de Raúl Martín como director teatral en ambas piezas presentadas en República Dominicana: el escenario refinado y minimalista; los vestuarios, que son verdaderas obras de arte diseñadas con extrema elegancia especialmente para lo que personajes y obras dicen/exigen; el (des)vestirse en escena, sin estar desnudo (estando desnuda apenas el alma de los personajes y en algunos momentos la del espectador, cuando se identifica con palabras, gestos, ideas y texto); la multiplicidad de significados que un mismo objeto sugiere (los zapatos y el banco manejados por Juan, por ejemplo). Una economía del lenguaje que nos saca de nuestra realidad y nos lleva a un mundo de sueños que Raúl y Freddy, como amigos, logran vivir en su cotidiano como artistas que viven el arte las 24 horas del día. Para ellos, hacer arte es respirar. En apenas 50 minutos, Freddy Ginebra, Raúl Martín, Alejandro Vásquez y Rey Trujillo logran llevarnos, amorosamente tomados de la mano, a un universo complejo, múltiple, con los diversos ritmos que la vida presenta y que una obra magistralmente puesta en escena logra evocar. Son minutos en los cuales sólo oímos la voz de Juan; la del público se manifiesta en su silencio y la mirada atenta. Y en los comentarios elogiosos al final de cada presentación.

Como el amigo y escritor cubano Alejandro Aguilar, “me pregunto por qué Freddy Ginebra nos ha privado durante tanto tiempo de su voz como autor teatral; una voz que se distingue por su fuerza; capaz de generar obras como esta, honestas, desgarradas, intensas.” Quizás porque Freddy Ginebra siempre tiene alguna sorpresa para sus amigos. Es su forma de decir a cada instante que ama la vida y cada uno de nosotros. Su manera de sorprendernos. Y de regalarnos una sonrisa espontánea.

Santo Domingo, 9 de marzo de 2011.