NOCHES DE DELIRIO

Con un homenaje al dramaturgo Alberto Pedro, Teatro de la Luna confirma su posición de vanguardia en la escena cubana contemporánea

Por Roxana Rodríguez

Juego de simulaciones y alegorías, en una atmósfera que zigzaguea entre la realidad y la ilusión, dan cuerpo a Delirio habanero, la última puesta de Raúl Martín junto a Teatro de la Luna, como homenaje al que fuera su mentor, amigo y autor del texto, el desaparecido dramaturgo Alberto Pedro Torriente.

Teatro de la Luna incursiona en la dramaturgia de Alberto Pedro
Por estos días quienes se acerquen a la sala Adolfo Llauradó, del capitalino Vedado, no desestimarán la suerte de enrolarse en un ritual de exorcismos -caótico en apariencias y absolutamente poético- al que apelan tres alienados mentales para reinventarse un mundo otro, diferente, y evadir todo cuanto quebrante sus fantasías. Cada noche, un local en ruinas de La Habana, pendiente de demoler, es su refugio físico y espiritual para soñar y creerse seres que no son.

Risa y llanto colapsan en soplos apresurados al compás de la música cantada por ellos mismos. En un juego del teatro dentro del teatro, los protagonistas simulan un bar y a la vez, el escenario para actuar ante el público "imaginario" dibujado en sus alucinaciones. Diversidad de símbolos y referentes vinculados con el culto sincrético y los ritmos populares cubanos se entretejen en esta tragicomedia musical, tributo a sonoridades emblemáticas de nuestra nación.

Con la presente propuesta de Delirio habanero, estrenada 12 años atrás por el grupo Teatro Mío que lidera Miriam Lezcano –viuda del dramaturgo-, la compañía Teatro de la Luna reafirma su propósito de asumir la obra de creadores cubanos. Antes, ya había llevado a la escena textos de Abilio Estévez (El enano en la botella y Santa Cecilia) y de Virgilio Piñera (La boda, Electra Garrigó, Los siervos y El álbum).

En esta ocasión, Raúl Martín vuelve a dar pruebas de acierto y acepta el reto de penetrar el discurso dramático del escritor de Manteca, Weekend en Bahía y Desamparado, por solo citar las más significativas.

Por primera vez, Martín logra reunir en un mismo elenco a Amarilys Núñez (Varilla), Laura de la Uz (la Reina) y Mario Guerra (el Bárbaro), quienes realizan un intenso trabajo de investigación sobre las patologías de los pacientes psiquiátricos delirantes, la música cubana y las raíces sincréticas. El apoyo de Bárbara Domínguez como asesora teatral, Esthelierd Marcos, del Pequeño Teatro de La Habana, y Odwen Beovides, de DanzAbierta, en las clases de canto y danza, respectivamente, ayuda al resultado relevante del desempeño actoral, previsible en el desempeño de este director. Es reconocida su capacidad de explotar al máximo las potencialidades del actor durante el proceso de creación.

Amarilys Núñez, Laura de la Uz y Mario Guerra consiguen un desempeño actoral de altura

Destacable resulta la creatividad de las soluciones escénicas. Paradójicamente, Amarilys Núñez interpreta un personaje opuesto a su género, elemento recurrente en Martín y abordado en otros montajes como Los siervos y El álbum. Esos recursos exóticos, además de enriquecer la representación, instan al artista a activar la mayor cantidad posible de resortes expresivos. Por otra parte, Laura de la Uz exhibe un aparato vocal entrenado para el canto y maneja los textos en tonos graves, muy distantes al suyo. Asimismo, y sin caer en términos absolutistas, Mario Guerra, delinea un megalómano alcohólico que frisa en la perfección.

En apenas nueve años de existencia Teatro de la Luna ha ganado importantes lauros y participado en diversos eventos internacionales. Aunque todavía es un proyecto joven en edad, desde hace tiempo compite en las grandes lides del arte dramático de la Isla.