Agraciados por la crítica

Por Frank Padrón Nodarse

Como ocurre todos los años por esta fecha, quienes nos dedicamos al teatro desde la esfera del análisis en los medios nos reunimos para discutir cuáles han sido las puestas más significativas de los 12 meses que finalizaron.

El pasado año no fue excepción, y tras algunas horas llegamos, no a un consenso (lo cual, afortunadamente, nunca ocurre), pero sí a mayorías reveladoras de que hubo buen teatro, tanto del patio como de allende los mares.

Como puede apreciarse en el recuadro con los títulos que reciben el Premio Villanueva (nombre de los lauros que otorga la crítica teatral cubana) la mayoría ha sido comentada desde estas mismas páginas por quien redacta estas líneas, por lo cual no vale la pena redundar, pero sí acercarnos un tanto a algunos que por un motivo u otro no habían sido objeto de alguna nota valorativa.

Así, Matrimonio blanco, del polaco Tadeusz Rosewicz, por Teatro de la Luna, fue de veras una puesta altamente significativa. El colectivo que comanda Raúl Martín se acercó desde su habitual ironía a un texto que en momentos donde se pelea en distintos foros científicos y sociales por la igualdad de géneros y la legitimación de todo tipo de orientación sexual, pone el dedo en la llaga sobre uniones convencionales.

Lejano trasunto de una poetisa polaca que vivió entre los siglos XIX y XX, Bianca, la protagonista de la obra, quería un himeneo sin contacto físico, mediante el cual lanzaba una suerte de manifiesto donde quedaba claro su rechazo a la penetración, al órgano femenino, y más allá del mundo propiamente erótico, a las desventajas de ser mujer en una sociedad machista y, más que religiosa, hipócritamente ritualista.

Martín carga la mano en el sarcasmo y, como es habitual en su teatro, contextualiza las fuentes: llena el escenario de cánticos de moda en nuestras iglesias, no teme usar lo explícito en la representación de una sexualidad a veces exacerbada (otras, como en caso de Bianca, nada común, pero en definitiva respetable) y puebla la escena de acciones paralelas que hacen cimbrar su puesta entre el humor corrosivo y la seriedad de una propuesta ontológica que trasciende el propio texto.

Todos los significantes coadyuvan a una representación plena, llena de vitalidad y energía: la música, tanto extra como diegética, que Rafael Guzmán ha orquestado con imaginación y muy a tono con la perspectiva paródica de la pieza; el vestuario y accesorios de Maikel Martínez, de gran peso dramático y expresivo; las coreografías que convierten el texto en un gran ballet lúdico…

Y claro que están las recordadas actuaciones de Yaité Ruiz, Olivia Santana, Yordanka Ariosa, George Abreu, Manuel Reyes y Freddy Maragoto, algunos incluso en roles dobles que alternan admirablemente.