Matrimonio polaco a lo cubano

Por Amelia Duarte de la Rosa

Una vez más Teatro de la Luna se gana los aplausos con su nueva puesta en escena, Matrimonio blanco, texto del dramaturgo polaco Tadeusz Rozewicz que se estrenó durante la recién concluida Segunda Semana de Teatro Polaco. La obra estuvo en la cartelera de la Sala Adolfo Llauradó hasta el pasado domingo y, para fortuna del público, figura en la programación del XV Festival de Teatro de La Habana.

Dirigida por Raúl Martín, Matrimonio blanco teje un conflicto de identidades y resignaciones en el seno de una familia común, de clase media alta. El término que da título a la obra —traducción del francés mariage blanc— nace de la ausencia de relaciones sexuales en el matrimonio (carencia asociada a la pureza) y usual en las siempre incómodas uniones de conveniencia.

Sin embargo, con esta versión cubana la obra se convierte en un suspicaz análisis de la promiscuidad sexual y el cinismo de nuestro tiempo. Durante casi dos horas encontramos encima del escenario esos guiños interpretativos y sutiles que siempre usa Martín para poner al espectador a pensar.

Desde las notas al programa, su propio director anuncia el humor corrosivo e incómodo del cual se nutre este teatro polaco, heredero de una tradición expresionista y farsesca.

Toques hilarantes y delirantes, sustentados por un formidable elenco actoral, llegan con delicadas reflexiones sobre la orientación sexual en la adolescencia, la imposición de lo "socialmente correcto", el machismo, la sumisión, los tabúes y el oportunismo.

Como es usual en este grupo, vuelven a repetir genialidad interpretativa y física Yaité Ruiz, en el papel de Bianca (la protagonista); Yordanka Ariosa (la Madre); Olivia Santana (Paulina y la Cocinera); y el camaleónico Freddy Maragoto (actor invitado de El Público), a quien siempre es agradable disfrutar en cualquier rol que encarne. Alcanzan vítores también en su desempeño el joven Manuel Reyes (Benjamín y Abuelo), y George Abréu (Padre).

El virtuosismo de esta puesta en escena reside en la extrapolación de Martín al contexto contemporáneo aun cuando la obra se desarrolla en un tiempo otro en un país cualquiera.

Se suman, además, la belleza y utilidad del montaje escénico. El entorno escenográfico y el diseño de luces resultan eficaces. La puesta en escena es funcional y propicia el lucimiento de los intérpretes en unos personajes llenos de matices

Una exquisita plasticidad, de alto vuelo estético y coreográfico, es a lo que nos tiene acostumbrados el director, y Matrimonio blanco es otro buen ejemplo a citar dentro del repertorio de la compañía.

La obra es, quizás, una de las puestas más dramáticas y contundentes que en los últimos meses haya subido a la escena capitalina. De manera que, entre los exponentes de Alemania, España, Rusia, Dinamarca, Italia, Finlandia y Suiza que desembarcarán en La Habana, habrá nuevamente teatro polaco aunque, esta vez, a lo cubano.